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Psicólogo advierte peligros por uso excesivo de dispositivos electrónicos en menores de 11 años

Si su pequeño utiliza en exceso disipativos como teléfonos, tablets o computadoras, a largo plazo puede entorpecer el desarrollo cognitivo y provocar aislamiento social.

Según el estudio de la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMC), los niños en promedio usan dispositivos electrónicos durante 5 horas, aunque a medida que aumenta la edad, también se incrementa el tiempo en pantalla por parte de los infantes.

En la sociedad actual, es común observar a niños menores de 5 años utilizando dispositivos tecnológicos como juguetes distractores durante períodos prolongados. Aquí es donde reside el problema, ya que la regulación del uso es escasa en las familias del momento.

¿Cuáles son los riesgos que enfrenta la niñez por abusar del uso de dispositivos según su edad?

Etapa de 0 a 3 años

El psicólogo de Ataraxia PSI, Jeffrey Oviedo, destacó que lo recomendado es que los niños menores de 3 años no utilicen teléfonos, tablets, computadoras y demás aparatos de índole similar.

“Las primeras etapas de la vida de una persona son donde el cerebro se estimula por todo lo que ve, ya que todo es nuevo. El impacto de una tablet o teléfono propicia estímulos planos, ya que todo está en una pantalla y carece de forma física. Esto resulta confuso para el cerebro, que, al compararlo con objetos reales, no entiende por qué ve lo mismo, pero siente una diferencia. Todo esto requiere el mínimo esfuerzo para el procesamiento, lo que termina frenando el desarrollo del cerebro”, explicó Oviedo.

Como añadido interesante, el doctor mencionó que los dispositivos electrónicos comparten estímulos similares a las adicciones a las que frecuentemente son víctimas los adultos. Por tanto, existe la posibilidad de que los niños desarrollen una adicción a estos aparatos, lo que podría generar temor a la interacción social y hacer que, cuando el niño experimente inquietud o intranquilidad, su única estrategia para calmarse sea recurrir al dispositivo.

Además, la adicción a estos aparatos tecnológicos causa alteraciones en los patrones alimentarios y del sueño.

Etapa de 4 a 6 años

De acuerdo con las declaraciones que el doctor compartió, las consecuencias en este rango de edad son similares a las anteriores destacadas.

“Los efectos van a hacer básicamente los mismos, pero conforme el cerebro se vaya desarrollando y creciendo, se vuelve un poco más tolerante a estos estímulos, pero todavía es una etapa muy frágil”, detalló el profesional.

El psicólogo remarcó que, en esta etapa, lo ideal sería que los niños utilicen los dispositivos durante 30 a 45 minutos al día, pero de manera distribuida para formar hábitos.

El experto señaló que la mejor manera para distribuir el tiempo de uso durante el día radica en aprovechar que el niño requiere un mayor gasto de energía. Por lo cual, realizar actividades físicas, fortalecer sus habilidades duras y blandas, además de mejorar sus capacidades comunicativas, reducirá la probabilidad de que el infante desarrolle aumentos de rabietas y comportamientos agresivos o violentos.

“Gastar los 45 minutos de una sola vez es contraproducente, y es ahí donde se crea el hábito de los padres de darles el aparato a los niños y, al no ser suficiente, recurrir a darles más tiempo con el aparato. Entonces lo ideal es hacer que rinda el tiempo recomendado, combinándolo con otros tipos de labores”, señaló el experto.

Oviedo especificó que, si bien la desconcentración es un aspecto conductual y no está estrictamente relacionada con el uso de dispositivos, puede contribuir a que el niño se vuelva más disperso.

Etapa de 7 a 11 años

En estas edades, surge un nuevo desafío que las familias deben afrontar para asegurarse de que sus pequeños no experimenten las consecuencias que conlleva la adicción a los dispositivos inteligentes. Este reto consiste en vigilar el contenido que consumen los niños

“Empezamos a ver un problema en el contenido, ya no solo es el tiempo de uso. Ahora probablemente ya no se usan solamente aplicaciones educativas, sino que empiezan las redes sociales, y estar ahí sin acompañamiento y sin herramientas; es potencialmente peligroso”, explicó Oviedo. 

Según el experto, las consecuencias y malos hábitos persisten a medida que la persona crece. No obstante, en estas instancias, los padres desempeñan un papel vital en la regulación de lo que sus hijos consumen.

“Aquí tenemos que desarrollar un tema de comunicación, confianza y negociación, donde requiere de mucha apertura por parte de los padres para poder ganarse esa confianza de los hijos y que ellos verdaderamente confíen en que, si algo pasa, si ven un contenido más maduro; que puedan tener la capacidad y herramientas necesarias para buscar ayuda, o ellos mismos cuidarse y prevenir ese tipo de situaciones”, añadió Oviedo.

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