“La tercera razón, una muy retorcida, pero que es real: La impresión de que todos podemos sufrir decepciones, pérdidas o infortunios nos da una sensación de equivalencia, o por decirlo en sencillo, de que el suelo está parejo”. Evelyn Fachler ofrece su posición en su columna, ‘Serendipia’.
¿Por qué gastamos tiempo de nuestras vidas conversando, escribiendo, opinando o leyendo acerca del juicio de Johnny Deep y Amber Heard?
¿O bien, discutimos si Shakira le fue infiel a Pike o viceversa?
Digo, ¿por qué nos importa la vida de los ricos y famosos tan lejanos a nuestras realidades?
Bueno, puede haber varias razones.
La primera, que no los creamos tan lejanos (lo que sería rarísimo si vemos sus coches y mansiones, ¡en fin!).
La segunda, que ya es parte del ser humano, es el apetito voraz por la industria del chisme.
Antes de Facebook, Twitter, Instagram y de TikTok, ya existían las revistas… y hasta el chisme de corredor si nos vamos más atrás.
Pero está la tercera razón, una muy retorcida, y que es real: La impresión de que todos podemos sufrir decepciones, pérdidas, infortunios nos da una sensación de equivalencia, o por decirlo en sencillo de que el suelo está parejo.
Y luego está aquello de que el dinero no compra la felicidad, lo que es muy cierto, pero sí que ayuda a pagar las cuentas.